Cuentan que cierto día, varias personas vieron a un joven acercarse al río Sena, en París, con la intención de ahogar su perro. Cuando su bote se hallaba en medio del río arrojó el perro al gua. El pobre animal trató de volver al bote pero cada vez era rechazado y apaleado por su cruel amo con los remos. Haciendo esto, la pequeña embarcación volcó, y el hombre se hubiera ahogado si su perro no lo agarraba con los dientes por su ropa y lo llevaba a la orilla, donde recibió ayuda a la par de regaños de quienes presenciaron los hechos.
Si un animal es capaz de salvar a su amo, pese a la crueldad y los malos tratos recibidos, cuánto más nosotros, que conocemos del amor de Dios, debemos perdonar a quienes nos hacen daño y ayudarlos a llegar a Jesús.
No es fácil perdonar y amar a quienes nos lastiman pero Jesús es nuestro más grande ejemplo, Él, estando en la cruz, pidió al padre que perdonara a quienes lo crucificaron: “Jesús dijo: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». Y los soldados sortearon su ropa, tirando los dados” (Lucas 23:34 NTV)
Cuando el daño que recibimos viene de personas que amamos como nuestra familia y amigos, y somos sólo nosotros quienes buscamos estar en paz con ellos pero no vemos cambios de actitudes, podemos frustrarnos mucho y pensar en rendirnos, en ya no perdonarlos más. Sin embargo, en Mateo 18:21 – 22, Jesús nos dice cuántas veces debemos perdonar: “Luego Pedro se le acercó y preguntó: —Señor, ¿cuántas veces debo perdonar a alguien que peca contra mí? ¿Siete veces? —No siete veces —respondió Jesús—, sino setenta veces siete”. (NTV)
No es fácil perdonar ni amar a nuestros enemigos, pero si queremos ser verdaderos discípulos de Jesús, debemos seguir sus enseñanzas, aunque sean difíciles y tengamos que lidiar con nuestro enojo, frustración y hasta con nuestro orgullo. La buena noticia es que ¡no es imposible seguir sus mandamientos, tomados de Su mano podemos hacerlo!
Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.
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