Durante el ministerio de Jesús hubo varios milagros y prodigios que se hicieron a la vista de muchos. En esa época era normal que cuando se levantaba algún hombre con este tipo de manifestaciones divinas también se juntara mucha gente para seguirle. Algunos creían que era un profeta, otros que era un maestro, pero muy poco sabían que era el Mesías prometido de Dios.
Aparte de la muchedumbre había un grupo específico de seguidores que lo acompañaban a todas partes, pero de entre todos ellos Jesús eligió a 12 para ser llamados sus discípulos. Con ellos convivió alrededor de 3 años enseñándoles muchas cosas.
De entre todas estas personas la Biblia destaca a dos de sus discípulos cuando llegó el día que Jesús debía ser entregado y crucificado: Por un lado está Judas de quien Juan 13:26-27 dice: “A quien yo (Jesús hablando) diere el pan mojado, aquél es (el que lo entregaría). Y mojando el pan, lo dio a Judas Iscariote hijo de Simón. Y después del bocado, Satanás entró en él. Entonces Jesús le dijo: Lo que vas a hacer, hazlo más pronto.”
Posteriormente Judas se fue a terminar el negocio con los principales de la sinagoga y a confabular para aprehender a Jesús, pero no sólo eso sino que también los guió al lugar donde Él estaba para entregarlo.
Al día siguiente, mientras Jesús era llevado ante Pilato, Judas veía que era condenado injustamente y se arrepintió, entonces quiso regresar las monedas de plata porque se dio cuenta de la gravedad de su pecado, pero no se las recibieron de vuelta y se fue, y se ahorcó, Mateo 27:3-10.
Por otro lado, la noche que Jesús fue entregado Pedro intentó defenderlo pero no puedo hacer mucho, Mateo 26:52. Aun así él siguió a su maestro viendo de lejos los maltratos que recibía y cómo era acusado sin pruebas. En un momento de la noche lo reconocieron y tres veces fue acusado de ser uno de sus discípulos, pero él lo negó las tres veces y entonces cantó el callo.
En ese momento vino a su mente las palabras que había recibido: “De cierto te digo que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces.” Mateo 26:34. Inmediatamente se fue del lugar y lloró amargamente.
Ambos discípulos cayeron en pecados terribles: Según la ley de Moisés entregar a un inocente y blasfemar eran crímenes castigados severamente, a eso hay que añadir que ellos sabían que no se trataba de un hombre común, era el Hijo de Dios lo cual les puso un peso de culpa extra.
Muchos cometen errores como alejarse de la iglesia, volver a una mala conducta que habían dejado en el pasado, se apartan poco a poco de algunos amigos, se encierran en sí mismos, dejan algunas responsabilidades ministeriales de golpe, etc. Pero el peor error es dejar la relación con Dios.
La mayor parte de las veces los pretextos van desde “sentirse tan culpables que creen que no hay perdón para ellos” hasta “pensar que Jesús ya no los va a perdonar esta vez.” Este tipo de pensamientos están muy equivocados, no sólo porque perdonar a una persona arrepentida es parte de la naturaleza de Dios, sino porque la Biblia tiene muchas promesas de restauración.
Isaías 43:25 dice: “Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados.” Versión Reina-Valera 1960
Juan 21, relata la manera en la que Jesús volvió a poner a Pedro en el ministerio al que había sido llamado. Fue restaurado completamente. Algo similar puede pasar contigo, pero considera: el verso 2 de ese capítulo dice que Pedro estaba con otros discípulos cuando Jesús lo volvió a llamar, esa es la diferencia con Judas quien se alejó de todos.
De nada sirve alejarte, quedarte en solitario y hacer locuras por los errores cometidos, es mejor confesar ante Dios los pecados cometidos, creer en su misericordia para el perdón de toda culpa y conocer su verdadero amor.
“Porque el Señor es bueno; su amor es eterno y su fidelidad no tiene fin.” Salmos 100:5 Versión Dios Habla Hoy
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