Charlie Frederick Peace fue un hombre nacido en Inglaterra en el año 1830. Lamentablemente, después de haber sufrido un accidente industrial, cuando era niño empezó una vida de delincuencia que lo llevó a un final fatal.
En 1854 fue encontrado culpable de múltiples robos y condenado a cuatro años de trabajos forzados. Poco después de salir de prisión se fue a la ciudad de Manchester en la que perpetró un asalto hiriendo terriblemente a un oficial de policía. Al ser capturado fue condenado a seis años. Con todo esto Charlie no aprendió la lección porque al salir volvió a la vida criminal, y fue nuevamente arrestado y condenado a ocho años.
En el año 1876 cuando ya estaba una vez más fuera de la cárcel, cometió un asesinato contra su vecino. Esta vez huyó a Londres para esconderse, pero la necesidad lo llevó a robar varias veces hasta que por fin fue detenido en 1879.
Durante el juicio Charlie Peace decidió confesar todos sus crímenes. El juez lo sentenció a morir ahorcado.
Según relata el libro de Harry Brodribb Irving titulado “Delincuentes Notables”, un día antes de su ejecución Peace recibió la visita de su familia. En el lugar todos juntos se arrodillaron y oraron durante media hora, luego bendijo a cada uno por separado y cuando se fueron comenzó a llorar inconsolablemente.
En la mañana del día siguiente, continúa relatando el libro, se comió un desayuno de tocino y con tranquilidad esperaba que lo llamaran para ser ejecutado. Cuando llegó el momento fue escoltado por el capellán de la prisión quien estaba leyendo en voz alta sobre la esperanza que tenía la humanidad de ir al cielo y no al infierno. Entonces Peace le dijo: “Señor, si yo creyera lo que usted y la iglesia de Dios dice, incluso si Inglaterra estuviera cubierta de vidrios rotos de costa a costa yo caminaría, si es necesario, de manos o de rodillas y pienso que valdría la pena hacerlo sólo para salvar un alma de ese infierno eterno.” Luego fue ejecutado.
La historia es verídica y fue usada para hacer algunas películas no muy populares, sin embargo aunque no tenga mucha relevancia para el mundo en el que vivimos, contiene una llamada de atención para toda la iglesia.
Charlie Frederick Peace fue condenado a muerte en 1879. En los 47 años que tuvo de existencia usó casi las tres cuartas partes para cometer muchos crímenes, pero recién al margen de su vida, mientras caminaba por un pasillo rumbo a la horca logró escuchar por primera vez la existencia de un lugar llamado infierno y la esperanza de llegar al cielo.
Quizás el oír de un Dios que amó tanto a la humanidad que dio a su Hijo para salvación de todos los que le reciben, habría sido suficiente para que se aleje de la vida criminal que lo llevó a una muerte prematura.
Ha pasado el tiempo y la comunicación ha cambiado radicalmente. Hoy en día es más fácil llevar un mensaje, pero aun así sigue existiendo gente que muere sin conocer a Dios. Aún existen personas que sólo saben de una deidad sólo por cultura general pero nada más.
La verdad es que la necesidad está más cerca de lo que parece. Está en las calles, en un vecino, en un compañero de trabajo, en la escuela, en la universidad, en el desconocido con el que se comparte un asiento en el transporte público, en la tienda de la esquina, en el puesto ambulante de la plaza, etc. Todos son candidatos aptos para recibir el evangelio y aunque no haya una reacción al principio, Dios promete que su palabra nuca volverá vacía.
Hechos 13:47 dice: “Porque así nos mandó el Señor, diciendo: Te he puesto como luz de las naciones, para que lleves mi salvación hasta las partes más lejanas de la tierra.” Versión Dios Habla Hoy
No dejes de hablar de Jesús, alguien cercano podría necesita mucho.
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