Ser víctima de alguna injusticia es muy doloroso, y una de las reacciones comunes es ser invadido por un sinfín de emociones como la venganza, impotencia y demás. Es ahí cuando debemos poner nuestra mirada en lo que la Palabra nos dice al respecto, para neutralizar nuestras emociones y dejarnos guiar por Dios, con el objetivo de no cometer errores y seguir su plan.
No somos seres perfectos y aun así el Señor nos dio la oportunidad de ser hijos suyos, a pesar de nuestros pecados y maldades nos brindó su perdón. Así mismo debemos considerar a los demás cuando nos lastiman, porque ese perdón que recibimos debemos darlo a otros.
“Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será vuestro galardón grande, y seréis hijos del Altísimo; porque él es benigno para con los ingratos y malos. Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso.” Lucas 6:35-36
Algo que me llamó la atención en estos versículos es que Jesús alienta a que demos de lo que hemos recibido de Dios, dice que Él es benigno y misericordioso con los ingratos y malos; es decir que tiene compasión porque conoce que sus corazones necesitan de Su amor para ser transformados.
Por ello, por más difícil que sea es nuestra labor perdonar a quienes nos han pagado mal o realizado algún daño, ya que con ello estamos entregando la causa a Dios para que Él mismo se encargue. Pero si no lo hacemos estamos sobrepasando la autoridad de nuestro Creador y dejando de lado Su voluntad.
Aunque no sea sencillo perdonar debemos esforzarnos para hacerlo, porque si Él perdona nuestras maldades ¿por qué nosotros no?
“…de gracia recibisteis, dad de gracia.” Mateo 10:8
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