Cuando aceptamos a Cristo como nuestro Salvador, no sólo damos un paso de fe, también adquirimos un compromiso con Él; esto significa cambio. El apóstol Pablo lo explica en su carta a los Colosenses:
“Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. 2 Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.” Colosenses 3:1-2 (RVR1960).
Si bien es cierto que nuestra naturaleza humana tiende a ser reacia al cambio, ello no significa que sea imposible. Todo cambio duele, es verdad, sin embargo, es necesario.
Un ejemplo claro es el agua, cuando se encuentra en un estanque, sin movimiento, cambia de color y adquiere un olor desagradable, en cambio que diferente es cuando vemos un riachuelo, el agua es cristalina, agradable a la vista y hasta produce un sonido relajante.
En la mayoría de los casos, cuando llegamos al camino de Dios, estamos como el estanque, y esto se debe a que hasta el momento pusimos nuestra mirada en las cosas de este mundo.
Al recibir a Cristo, tenemos la oportunidad de cambiar ese enfoque, como dice Pablo, nuestra mirada debe cambiar de las cosas de la tierra hacia las cosas de arriba.
Esto lo logramos dejando de seguir la corriente que nuestra sociedad impone, lo importante es dónde está nuestro corazón, ¿queremos seguir haciendo las cosas como hasta ahora o nos dispondremos a aprender una nueva manera? ¿seguiremos el ejemplo de Jesucristo o nos aferraremos a nuestra vieja manera de vivir?
No cometas el error de creer que tienes que quedarte tal como eres después de recibir a Cristo. Tanto tu conducta como tu forma de pensar deben reflejar el amor de Dios. Busca las cosas de arriba.
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