Sería maravilloso que todos los seres humanos llegáramos al mundo con un nombre asignado de acuerdo con nuestra personalidad. ¿No es cierto? Es un proceso largo para que los padres se pongan de acuerdo en elegir uno apropiado y más aún si otros miembros de la familia y amigos llegan a intervenir.
Pero en ese sentido, para María fue fácil. El ángel le dio el nombre que debía llevar su hijo y reflejaría quién era Él. Salva al pueblo de sus pecados. El Mesías llegó a la tierra, y Su nombre fue reflejo de Su misión.
No tengas miedo, María – le dijo el ángel – , ¡porque has hallado el favor de Dios! Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús.
Lucas 1:30-31 (NTV).
Y se tenía noción del Hijo de Dios desde el Antiguo Testamento, aunque no sabían Su nombre, pero lo mencionan, en la historia del Libro de Daniel, donde leemos de Sadrac, Mesac y Abed-Nego, quienes estando dentro del horno encendido fueron salvos por Él, por nuestro Dios.
Jesús responde nuestras oraciones, Su nombre está por encima de todos. Tiene poder. En la antigüedad no conocían Su identidad, pero nosotros conocemos personalmente a nuestro Salvador. Sabemos que no solo es poderoso, además es misericordioso, bondadoso y generoso.
Nuestro Amado Jesús responde nuestras oraciones, y si todos oráramos a Él, el mundo sería otro. Un lugar donde no habría necesidad de cárceles. Necesitamos continuar orando por nosotros, por nuestra familia y por el mundo. En el poderoso nombre sobre todo nombre. Jesús.
Por lo tanto, Dios lo elevó al lugar de máximo honor y le dio el nombre que está por encima de todos los demás nombres para que, ante el nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra, y toda lengua declare que Jesucristo es el Señor para la gloria de Dios Padre.
Filipenses 2:9-11 (NTV).
Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.
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